Sois unos mierdas. Oléis bien, pero sois unos mierdas, unos
asquerosos. Eso no sería malo, al menos no del todo, si prescindiésemos de que,
además, sois unos caraduras. Lamentablemente no podemos prescindir de eso. La
caradurez la lleváis en la masa de la sangre, adquirida en los burdeles de
vuestras personalidades de chulo. Tampoco sois unos caraduras cualquiera, no, sino
de los peores. De esos caraduras convencidos de que los demás, todos, son
gilipollas. Ese tipo de caradura es repulsivo, merece la cárcel. Es el caradura
de: Yo listo, tú tonto. Tú chillas, yo cobro. Yo caradura, tú muertohambre. A
eso habéis reducido la conciencia ideológica que nunca habéis tenido, peazo
hijoputas. Nos os diferenciáis. Ya no. Os gritamos no te creo y
hacéis por oír qué grande eres. Sois unos mierdas y en vuestra casa
lo saben, pero se callan. So mierdas.
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