miércoles, 31 de octubre de 2012

Las manitas juntas

Mañana, día 1, hará un año que falleciste, tita monja; un año ya que te encontramos muerta y sin ojos en tu pisillo de seglar, con las tetas al aire, tan pipotudas, tan mantecosas, y el rosario colgado en la misma alcayata donde se te curaban los chorizos y la gula que te mandaban del pueblo las gentes agradecidas y feísimas a las que curaste con tu saliva milagrosa. Te fuiste con los santos tan ciega como viviste, amor mío, llena de Dios verdadero hasta en las babas que ya no podías controlar y que te devolvían a una infancia catastrófica de reglamentos y palmotazos en el chocho. Siempre supiste, mi vida, que el Cielo estaba en la tapa del ataúd que nos techa, y aún así te consagraste a las rosquillas piadosas, a las manitas juntas y a mi desamor, tita monja, tan bonita. Un año ya. Guardé tu dentadura y tus aromas en vidrios sagrados, ¿lo sabes?, y dejé como la patena la región cerebral que, a modo de bodega reverberante, reservé para tu voz de chiquilla anciana. Y aquí sigo, tita, tita monja. Suspirándote en Difuntos, corazón.

martes, 23 de octubre de 2012

Se te pone gorda

Oculto tras el consuelo que todo ser humano bien nacido debe brindar, abrazas a esa amiga de tu novia (sin tu novia delante) que está pasando un mal rato. Y se te pone gorda. Sí, amigo, sí: se te pone gorda. Un abrazo inocente, cariñoso, cálido, sin malicia, de hermanos; un abrazo de esos apretadicos y levemente cursis, de esos jipis, de esos en los que retrasas el frotamiento final de la espalda, señal de que ya quieres dejarlo. Se te pone gorda. La amiga de tu novia es un quesito por más que sufra, que llore, que lo esté pasando como los perros. Un quesito desvalido. Te la pone gorda. Hay que olvidarse de que eres un tío y de que está buena, hay que abrazarla porque está chunga y lo necesita, y tú también, qué gorda se te pone. Lo guay es pensar e incluso afirmar (cuando estás borracho, hijoputa) que la amistad asexuada entre pavo y pava es posible. Sí, muy bien, pero a ti se te está poniendo gorda. La pena no impide, qué va, que las tetotas se te aplasten en el pecho. ¿Y sabes qué? Ellas lo saben.

sábado, 20 de octubre de 2012

Tiempos cojonudos

Que no hay que grabar el trabajo de los antidisturbios, dice el Gobierno. Que luego van y se mofan de ellos los internautas. Que es por el bien de todos: de los maderos, para que no sufran, y de los internautas, para que no vayan al Infierno por cachondearse de las desgracias ajenas (eso está muy penado; no lo ha dicho Rouco, pero podría decirlo, lo va a decir, tú verás). O sea que las camaritas guardadas. Y la voz también, de paso. Y ya puestos, como no se va a permitir filmar, mejor no ir a manifestarse ni a rodear nada ni a exigir cosa alguna, ¿pa'qué? Como uno mejor se indigna es como se ha hecho de toda la vida: delante del telediario, pagándola con los fideos y con el currusco. Bueno. A este Gobierno se le sale lo fascista por los recuajos de las túrdigas, es lo que le pasa. Saca dictadura a la calle y la censura por el bien de la democracia en la que nunca ha creído. Este Gobierno le chupa los cojones a los tiempos cojonudos, militares, gloriosos. Me cago en sus muertos, oye.

jueves, 18 de octubre de 2012

Qué te parece



Me paras por la calle —a mí, que no me meto con nadie, que no le pregunto nada a nadie, que constantemente me estoy aguantando las arcadas que me produce la voz humana— para contarme que planeas escribir un libro sobre un poeta sevillano de mucho mérito y completamente desconocido para el gran público. Y, no satisfecho con el grado desmedido de grosería del que me has hecho víctima inocente, me preguntas qué me parece. A ver, me parece que eres un despojo de persona, alguien que no se merece el oxígeno ni el plato de comida que le ponen todos los días, con un proyecto de libro que me suda muchísimo la polla, ojalá se te sequen las entrañas ahora mismo y caigas fulminado y acabe de una vez este interrogatorio cruento y sarnoso al que me estás sometiendo sin razón de ser. Me parece bien, te respondo. Pero a ti te parece poco y me exiges que te diga más sobre lo que me parecen de verdad tus intenciones literarias. Bueno, pues ahí voy, mentecato.

lunes, 15 de octubre de 2012

Ruido al masticar



La España tuya que a la hora de la cena huele a tortilla francesa confeccionada en aceite del mes pasado se fregotea la entrepierna con agua de incienso y cacorra de esperanza antes de irse a dormir con sus sacramentos y sus transaminasas. Sabemos que mañana no será otro día, eso fijo, sospechamos que mañana será otra variedad de bilis en hilos sólidos para tejer vendas con las que curar la ceguera. Y que durante la noche más de un líder se habrá peído y sonreído en sueños tras rezar sus oraciones ateas, devotísimas, infecciosas, cucuruchas, incunables. Banales aquellos que atesoran sus penas y no las donan a cualquier oenegé de salvar armadillos y redimir mariconazos. Benditos los que hacen ruido al masticar porque significa que están comiendo el hambre para mañana. Morirse pajizo y callado será leyenda en papeleta de urna. Aventamos chalaúras y declaramos que se nos han escapado las palomas de la paz. Y a todo esto aún no hemos dado con la vena que rajarnos, no.

viernes, 12 de octubre de 2012

Oléis bien



Sois unos mierdas. Oléis bien, pero sois unos mierdas, unos asquerosos. Eso no sería malo, al menos no del todo, si prescindiésemos de que, además, sois unos caraduras. Lamentablemente no podemos prescindir de eso. La caradurez la lleváis en la masa de la sangre, adquirida en los burdeles de vuestras personalidades de chulo. Tampoco sois unos caraduras cualquiera, no, sino de los peores. De esos caraduras convencidos de que los demás, todos, son gilipollas. Ese tipo de caradura es repulsivo, merece la cárcel. Es el caradura de: Yo listo, tú tonto. Tú chillas, yo cobro. Yo caradura, tú muertohambre. A eso habéis reducido la conciencia ideológica que nunca habéis tenido, peazo hijoputas. Nos os diferenciáis. Ya no. Os gritamos no te creo y hacéis por oír qué grande eres. Sois unos mierdas y en vuestra casa lo saben, pero se callan. So mierdas.