Y entonces llegan unos subnormales y dicen: Tanvía güeno..., tanvía güeno... Y había otros subnormales que decían: Tanvía malo..., tanvía malo... Y así se lo pasaban más guay que ná, mezclando los cuajarones de babas, que eran como clara de huevo fresquita. Pero es que, espérate, porque, rodeando a estos subnormales del colgajo, había otros subnormales con una papeleta en la mano, agitándola y preguntándose entre ellos: El tanvía qué es, ¿güeno o malo? Y algunos subnormales respondían: Güeno..., güeno... Y otros subnormales respondían: Malo..., malo... Y había discusiones y debates y cotorreo, y los subnormales se lo pasaban cada vez mejor, y reían, y protestaban, y se ponían tristes, y se olían los ojetes. Decían los subnormales: ¿Asque no sus dáis cuenta de que es güeno el tanvía? Y los otros subnormales decían: Posupuestísimo, posupuestísimo, pero es güeno poque es malo, posupuestísimo... Y aquello era una fiesta y un choteo del copón. Hasta que llegó el tanvía. Y se paró. Y ahora no es güeno ni es malo: es una mierda arrojada al rostro subnormal de los subnormales que, ya, a estas horas, están en otra cosa. Por lo demás: Eres haréeeeeen con luz de soooool en que cautivo se deshoja el cooooorazóoooon... Y por ahí, todo seguido.
Mira que eres, ¿eh?
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